La inteligencia artificial (IA) está en nuestras vidas desde hace mucho tiempo. La usamos todo el tiempo sin saberlo. Pero su uso activo y masivo actualmente está de moda. Atravesamos lo que se denomina la segunda etapa del desarrollo de la IA (o IA fuerte), luego de una década de expectativas sobredimensionadas y un escaso desarrollo. La IA de las películas de ciencia ficción, en la que las máquinas tienen todas las habilidades cognitivas de los humanos, integran la etapa tercera (o IA general) y dan lugar, luego, a la cuarta etapa (super IA). En los últimos meses, la IA se ha desarrollado y difundido de forma exponencial para su uso público, principalmente a través del modelo de lenguaje ChatGPT (OpenAI)1, que fue lanzado inicialmente en 2020 y se encuentra disponible en formato abierto desde 2022. El uso masivo de la IA podría tener importantes impactos (positivos y negativos) sobre diversas ramas de la medicina2,3.
La herramienta ChatGPT, imperfecta y en evolución constante, es capaz de revolucionar por sí misma todo lo que conocemos sobre medicina, asistencia, investigación y docencia médica, lo que produce una disrupción total en estos campos, y plantea nuevos y diversos dilemas éticos, algunos de los cuales expondré más adelante. En realidad, ChatGPT es solo la puerta de entrada a un espacio infinito. Tan desconocidos e impredecibles son los alcances de esta nueva tecnología que el propio Elon Musk, uno de sus fundadores, junto con otros mil investigadores de alto renombre han solicitado el cese temporal del uso de ChatGPT a las agencias gubernamentales y globales, con la intención de diseñar, ensayar y profundizar una serie de controles y regulaciones que afecten la actividad de esta y otras plataformas4.
Al comenzar a usar la IA podemos descubrir que, recientemente, se han lanzado innumerables IA específicas (y gratuitas) que, por ejemplo, construyen videos o audios sobre una idea, un libro entero, un blog o una fotografía. Así, pueden confeccionar artículos o resúmenes sobre un texto o un tema, interconectar ideas, analizar variables y responder a preguntas complejas en una fracción de segundo. Y lo hacen con el formato y la extensión que uno quiera. Si usted es curioso, compruébelo usted mismo y ahora. Pídale a la IA online de su smartphone que le haga un resumen de 1.000 palabras sobre un tema médico que sea de su interés. Luego, pídale que este resumen sea de 10.000 palabras, luego que esté expresado en un lenguaje científico más formal y, finalmente, que le construya una presentación en PowerPoint de 20 diapositivas al respecto. Todo esto, una tarea que a usted le insumiría varias horas (¡o días!), lo realizará en menos de 30 segundos.
Los alcances de la IA son ilimitados y desconocidos. En efecto, no sabemos cuál es la funcionalidad final de estas herramientas, ni qué cambiarán o sustituirán, como tampoco lo sabíamos con Netflix en el año 2000, con YouTube en 2005 o con Spotify en 2008. Ya sabemos que estas simples herramientas de entretenimiento revolucionaron industrias enteras, cambiaron nuestras vidas y alteraron millones de puestos de trabajo. Y qué decir sobre nuestro desconocimiento sobre el verdadero impacto que tendría el inicio de la World Wide Web (internet) en 19825.
En febrero de este año, la gran tienda online Amazon comunicó un llamativo aumento de 200% en la venta de libros electrónicos enviados por autores para su publicación y comercialización online (en la plataforma Kindle). Varios de estos libros tienen como único autor declarado a ChatGPT y otras IA del estilo, aunque seguramente muchos más ya han sido creados por esta herramienta, en forma total o parcial. Varios de los libros que habían sido creados íntegramente por IA están en el top 10 de ventas de su categoría. Simplemente son muy buenos.
A continuación, planteamos algunos de los impactos potencialmente negativos y nuevos dilemas que puede desencadenar el uso actual de esta tecnología en la investigación, publicación y pedagogía médica, así como los potenciales impactos sobre las fuentes médicas de trabajo.